viernes, 11 de enero de 2019

“EL CLASISMO EN LA ABOGACÍA”


No es la primera vez:

Sales de un juicio, la clienta muy contenta por el resultado junto a su séquito, en esta ocasión uno de los acompañantes me confiesa en su presencia que ella (mi clienta) no confiaba en mi, a pesar de la insistencia que le había hecho en mi valía profesional. Solo hacía falta ver los nervios previos al juicio y los comentarios para evidenciar su recelo ante mi futura actuación judicial en sala.

Recuerdo que en otra ocasión la madre que acompañaba a la hija me dijo "debo darle la enhorabuena y confesarle que al ver su juventud no confié en usted". Uno no es perfecto, hay juicios que salen muy bien, bien o regular, o directamente no salen, pero que duden de tu solvencia por no estar al filo de la jubilación me parece cuanto menos temerario e inmerecido.

Por desgracia mi profesión aun es muy clasista, si no eres un varón de 65 años, con traje de marca, un buen reloj no vas a hacer una buena defensa del caso y "Hay que ver que me ha tocado el niño, a ver lo que hace o ven que te lo explique bien que te enteres" (no digo que sea la generalidad, vaya por delante).

Hablando con compañeras de oficio sale a relucir que ese clasicismo se ve incrementado con las abogadas, convirtiéndose entonces en un machismo repugnante. Desde el cliente "cavernícola" de turno que pone en tela de juicio su profesionalidad y no confía el caso en ella, o el empresario que no la contrata ante el riesgo de que se quede embarazada; o en la entrevista le suelta eso de "¿tienes pareja?¿te gustaría tener un hijo?".

En definitiva: te encuentras a personas humildes con un clasismo insultante, que cuestionan tu profesionalidad sin conocerte por el hecho de ser joven, y en las compañeras con el plus de ser mujer, que al parecer para algunos es una agravante a añadir.

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