Mi
bisabuelo, Manuel Moreno Aranda: campesino, socialista y defensor de la
república, fue una de las 130.000 víctimas mortales del franquismo, asesinado
por motivos políticos.
Se
le juzgó por un consejo de forma sumarísima sin ninguna garantía procesal, y
tras pasar 4 años en prisión fue condenado a pena de muerte, constando en el
parte de defunción que fue fusilado el 28 de julio de 1943 ,el delito según la
causa: adhesión la rebelión (dicho en boca de los golpistas). Entre las
“lindezas” que se pueden leer en la sentencia, nos encontramos con algunas de
tal contenido:
”de antecedentes izquierdistas acreditado
por su designación como concejal al proclamarse la república en el pueblo de
Almogía y posteriormente la rebelión marxista, al producirse esta última fue miembro
del Comité revolucionario que ordeno la detención de unas cuantas personas…”. Los comités revolucionarios surgieron tras el golpe de
estado que dio paso a la guerra civil. Este ente se encargó de administrar en
todos los órdenes políticos y sociales.
Su
pena fue, como la de otros tantos que también fueron encarcelados y fusilados
durante la guerra civil, fue defender el legítimo gobierno de la república ante
el golpe franquista, que sumió a España en una dictadura de más de 35 años. Muchos
fueron también lo que sufrieron la represión y tortura durante la dictadura
franquista, con los tribunales de orden público, presos políticos por su labor
sindical o su compromiso político en partidos como el PCE, entonces en la
clandestinidad, desde los que lucharon contra el régimen franquista y la
democracia en nuestro país.
Hoy,
con la exhumación y salida de Franco del VALLE DE LOS CAIDOS, 44 años después
de su muerte, se acaba con una de las muchas ignominias que han tenido que sufrir
las víctimas, que un dictador descansara con honores de estado en un mausoleo
construido por presos políticos, la mayor fosa común de España, que aún alberga
los restos de 33.815 víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura. De ellas,
21.423 están identificadas, pero aún ninguno de los familiares de estos
represaliados del franquismo ha podido recuperar sus restos, a pesar de que una
sentencia en 2016 reconoció el derecho a la familia de dos de ellos, los
hermanos Lapeña. Muchas son también las cunetas existentes en nuestro país con
familiares que esperan a que sus familiares sean identificados y enterrados con
dignidad, los Franco hoy despedían a su momia por todo la alto hasta su
traslado al cementerio de Mingorrubio, en su momento murió en la cama del
hospital y fue enterrado con todos los honores; muchos familiares de represaliados
no han podido tan si quiera darles una sepultura digna a sus familiares.
Como
corresponde a un estado de derecho, la familia ha tenido todas las garantías
procesales hasta llega al Tribunal Supremo, garantías que su abuelo denegó a
los españoles, entre ellos mi bisabuelo, ironías de la vida quieren acudir
hasta el Tribunal Constitucional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
El
derecho lo tienen las víctimas del franquismo a que se escuchen su más que
justa petición: “verdad, justicia y reparación”, aún queda mucho por hacer, la
primera de ella que los muertos salgan de las cunetas y sean enterrados
dignamente. De igual manera, son asignaturas pendiente, entre otras, despojar a
los Franco de las propiedades que adquirieron de forma ilegítima fruto de un
expolio perpetrado durante la dictadura, que vuelvan al pueblo español, una
Fundación que exalta la dictadura que debería estar ilegalizada en un estado
que se define como democrático en su constitución y, que sea reconozca la
nulidad de las sentencias condenatorias dictadas por tribunales franquistas por
razones ideológicas y con la vulneración de las elementales garantías del
derecho a la defensa y el proceso debido, como las de mi bisabuelo.
En la
carta de despedida que escribió desde prisión decía a su esposa:
“el
escrito que dejo escrito pues lo conserve hasta que llegue el día para que lo
entregue a las autoridades republicanas con una persona de confianza (…) vera
cono te atienden. Que lo conserve que es una denuncia”. Aquí hago altavoz para que se sepa lo que tu y tantos
represaliados pasaron, ese era tu deseo y seguro que la tan ansiada república
que esperabas se restableciera en breve, llegará.
Con
gran dignidad se despedía de la familia con estas palabras “se despide tu
querido esposo, deseándote mucha salud, que muero sin poderte dar un abrazo y
un beso, lo mismo a los niños, que tan amargado voy a la muerte por tener que
apartarme de vuestro lado para la eternidad. Salud Antonia, salud compañera
hasta la eternidad”.
Mi
abuelo me hablaba de su padre con mucho orgullo, era consciente que murió por
luchar por la libertad, por los derechos de los trabajadores, para que pudieran
prosperar y tener una vida mejor. En sus últimas voluntades, mi bisabuelo dejó
escrito que mi abuelo aprendiera a leer y escribir para que no tuviera que
trabajar en el campo, mi abuelo lucho para que sus hijos pudieran estudiar,
espíritu que heredó de sus padres, campesinos humildes que lucharon para dar lo
mejor a sus hijos. Mis abuelos, con escasos estudios, consiguieron que sus
hijos fueran a la universidad.
Gracias
a todos los que distéis vuestra vida, vuestra libertad porque las generaciones
futuras pudiéramos tener una vida mejor, porque los hijos de los trabajadores
pudieran llegar a la universidad, por los derechos y libertades conseguidos a
base de lucha. Ni un paso atrás.
Salud
y república, ¡estás en nuestra memoria, no olvidamos!
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